Diversos estudios han relacionado la salud del hígado con la enfermedad de Alzheimer. Pero, ¿cómo se relaciona la salud hepática con el riesgo de padecer Alzheimer? ¿Qué papel potencial del hígado en relación con esta enfermedad?

En la Conferencia Internacional de la Asociación de Alzheimer (AAIC) 2018 celebrada en Chicago en el mes de julio se presentaron cuatro nuevos estudios que mostraban cómo el sistema digestivo, incluidas las funciones intestinales y hepáticas, puede estar relacionado con cambios en el cerebro y con trastornos cerebrales como la enfermedad de Alzheimer y otras demencias.

Uno de estos estudios explicó las observaciones realizadas sobre cómo el riesgo de la enfermedad de Alzheimer está asociada con niveles reducidos de plasmógenos. Los plasmógenos son un tipo de fosfolípido producido en el hígado. Su papel es clave en el mantenimiento de la salud de las células cerebrales.

La investigación muestra que el hígado podría contribuir al riesgo de Alzheimer al no suministrar los lípidos clave al cerebro.

Así se relaciona la salud hepática con el riesgo de padecer Alzheimer

Para entender cómo se relaciona la salud hepática con el riesgo de padecer Alzheimer hay que atender a cómo el hígado y el cerebro se comunican a través de la circulación sanguínea. La sangre transporta los plasmógenos desde el hígado al cerebro y a otros órganos a través de la sangre. Los niveles de estos fosfolípidos se pueden medir a través de pruebas especiales diseñadas por los investigadores.

En relación a lo anterior, el equipo identificó tres índices para evaluar las proporciones de diferentes plasmógenos entre sí, las proporciones de plasmógenos a otros lípidos, y una combinación de estas medidas. Estos índices les permitieron determinar la cantidad de plasmógeno en relación con el funcionamiento cognitivo.


Disminución de los niveles de plamógenos y Alzheimer


En concreto, los investigadores querían confirmar si la disminución de los niveles de plasmógenos estaba relacionada con un mayor riesgo de desarrollar diversos grados de deterioro cognitivo. Estos incluían la enfermedad de Alzheimer, deterioro cognitivo leve o problemas significativos de memoria.

En relación a esto, los investigadores evaluaron los niveles de varios plasmógenos diferentes. En ellos estaban incluidos los que contienen ácidos grasos omega-3 específicos, los niveles de un ácido graso omega-6 y de algunos lípidos no plasmógenos estrechamente relacionados con los plasmógenos.

El equipo descubrió que los valores más bajos de los índices que midieron correspondían a un mayor riesgo de desarrollar Alzheimer. Además, observaron una asociación similar para los diagnósticos de deterioro cognitivo leve.

Los científicos también notaron que los niveles reducidos de ciertos plasmógenos parecían estar relacionados con niveles elevados de la proteína tau. Este es un sello distintivo de la enfermedad de Alzheimer.

cerebro placas beta-amiloides y Tau en el cerebro proteina tau alzheimer
📝 NOTA: En el cerebro afectado por el Alzheimer, los niveles anormales de la proteína beta-amiloide se agrupan para formar placas (vistas en marrón) que se acumulan entre las neuronas y alteran la función celular. Las acumulaciones anormales de la proteína tau se acumulan y forman enredos (vistos en azul) dentro de las neuronas, dañando la comunicación sináptica entre las células nerviosas. La evidencia emergente sugiere que los cambios cerebrales relacionados con el Alzheimer pueden ser el resultado de una interacción compleja entre las proteínas anormales de tau y beta-amiloide y varios otros factores.
📷Imagen: NIH Image Gallery

Cambios en el hígado y riesgo de Alzheimer


Los investigadores dicen que esta investigación muestra que una deficiencia de plasmógenos relacionada con la edad podría conducir a un mayor riesgo de enfermedad de Alzheimer. Tal y como explican, esto se debe a que el hígado no puede producir suficientes.

También afirman que esta investigación destaca una posible relación entre afecciones como la obesidad y la diabetes y el Alzheimer. Según explican, esto es así porque el hígado tiene que trabajar más para descomponer los ácidos grasos.

Por otra parte, explican que estas observaciones también podrían explicar por qué los pacientes de Alzheimer que reciben aceite de pescado o DHA suplementario no muestran ninguna mejora en la función cognitiva. Según dicen, esto puede suceder porque el hígado no puede integrar los ácidos grasos en los plasmógenos.

Por lo tanto, teniendo en cuenta la creencia de que ciertos genes que regulan el transporte y el metabolismo de los lípidos también juegan un papel en la enfermedad de Alzheimer, los investigadores se plantean si esto tiene alguna relación con la relación entre la producción de lípidos y la salud del cerebro.

Un medicamento para mejorar la salud hepática puede ayudar a tratar el Alzheimer

Posteriormente, en julio de 2018, se publicó un estudio en el Journal of Molecular Biology que informaba sobre un medicamento utilizado para tratar la enfermedad hepática también podría emplearse en la terapia de la enfermedad de Alzheimer.

Dicho fármaco, llamado ácido ursodesoxicólico (UCDA), aumenta la función mitrocondrial. Los investigadores quisieron comprobar si ayudaba a «curar» los elementos que funcionan mal a nivel celular en la enfermedad de Alzheimer. De hecho, en una investigación anterior se había comprobado que el UCDA tiene el potencial de detener la progresión de la enfermedad de Parkinson y que pudo mejorar el funcionamiento de las mitocondrias en ciertas personas diagnosticadas en esta enfermedad.

Además, es importante señalar que en la enfermedad de Alzheimer, un factor que suele aparecer es la disfunción mitocondrial. Estos cambios parecen ocurrir incluso antes de que las placas de proteínas tóxicas comiencen a acumularse en el cerebro. Esto hace que la disfunción mitocondrial sea un gran objetivo terapéutico.

Utilizando tejido recolectado de diferentes pacientes con enfermedad de Alzheimer, los investigadores confirmaron que el UCDA mejoró la función mitocondrial. Así, dicen los investigares, se ha demostrado por primera vez en el tejido real del paciente con Alzheimer que el UDCA puede aumentar el rendimiento de las baterías de las células, las mitocondrias.

Más evidencia para comprender la relación entre la salud hepática y el Alzheimer

La investigación para comprender la relación entre la salud hepática y el Alzheimer sigue adelante. Por ejemplo, una investigación publicada en el JAMA Network Open en julio de 2019 ha descubierto nuevas conexiones entre la disfunción hepática y la enfermedad de Alzheimer.

El estudio explora la relación entre los marcadores bioquímicos de la función hepática basados ​​en la sangre y los biomarcadores establecidos de la enfermedad de Alzheimer. Así, la asociación entre la función hepática y el Alzheimer descubierta se suma a la comprensión de la disfunción metabólica en la enfermedad.

Los investigadores evaluaron durante dos años a más de 1.500 participantes que participaban en programa de prevención del Alzheimer. Para su estudio, los investigadores utilizaron cinco ensayos de función hepática basados ​​en suero. Estos ensayos medían las enzimas que se encuentran predominantemente en el hígado.


Alteración de las enzimas hepáticas y deterioro cognitivo


Al usar los marcadores bioquímicos periféricos, el equipo pudo descubrir evidencia de alteración metabólica. También pudo obtener una nueva perspectiva sobre la asociación alterada de las enzimas hepáticas con el deterioro cognitivo y la fisiopatología de la enfermedad de Alzheimer.

Según explican los investigadores, «en este estudio, los biomarcadores sanguíneos que reflejan la función hepática se relacionaron con imágenes del cerebro y marcadores de líquido cefalorraquídeo asociados con la enfermedad de Alzheimer».


El Alzheimer podría ser una enfermedad sistémica que afecta a varios órganos


Dicen los investigadores que es el momento de dejar de estudiar el cerebro de forma aislada y empezar a estudiar el cerebro como un órgano que se comunica con otros órganos y se conecta a otros que apoyan su función y que pueden contribuir a su disfunción. «El concepto emerge de que la enfermedad de Alzheimer podría ser una enfermedad sistémica que afecta a varios órganos, incluido el hígado», explican.

En este sentido, el enfoque del estudio fuera del cerebro se alinea con los factores de riesgo conocidos para la enfermedad de Alzheimer, incluidos los trastornos metabólicos. Según los investigadores, buscar señales relacionadas con la enfermedad en otras partes del cuerpo puede proporcionar pistas importantes para la detección y, en última instancia, la prevención.

Bibliografía

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